La primera de las teorías es la que aparece dominante en los orígenes de la bioética a partir de la utilización de dicho vocablo por Van Rennselaer Potter en 1971, (Bioethics, Bridge to the Future), al ver la bioética como una rama de biología, puesta al servicio de la supervivencia de la humanidad.
La dignidad humana queda reducida a la aptitud para la supervivencia en la lucha por la vida, por lo que se limita su reconocimiento bien a los selectos económicamente, (los ricos) en la perspectiva utilitarista (Malthus, Garret, Hardin...), bien a los selectos biológicamente (los sanos), en la perspectiva propiamente biologista o sociobiológica (Darwin, E. O. Wilson) (cfr. Kiefer, 1963, Ballesteros, 1994).
El utilitarismo conduce al establecimiento del carácter restringido del derecho a la alimentación. Una manifestación significativa de esta teoría sería la llevada a cabo por Garret Hardin, con su Ética del bote salvavidas, 1974 al oponerse a la tesis de la nave espacial tierra, de Boulding, 1966, que prescribía la solidaridad planetaria. G. Hardin niega la existencia de tal solidaridad y establece una ayuda selectiva, en función de la posibilidad de supervivencia económica de los pueblos del Sur. Ello conduce a una forma de eutanasia pasiva para todas aquellas poblaciones que, según el criterio del Norte, no tienen posibilidad de supervivencia, a la que se abandonaría a morir de hambre, para evitar su reproducción. En definitiva, se trata aquí de un modelo de imperialismo demográfico, que trata de imponerse desde el Norte, para evitar la inmigración del Sur, y que a su vez es practicado por algunos países del Sur, como China, de un modo brutal. La postura de G. Hardin viene, en el fondo, a reproducir la de Malthus en elApólogo del banquete, contenido en su Ensayo sobre la población, en el lque se niega el derecho a la alimentación a aquellos que no logran trabajo, siempre para evitar su reproducción, considerada el peor de los males ante la escasez de alimentos.
El biologismo conduce por su parte a un criterio de negación selectiva de la dignidad humana y del derecho a ser atendido médicamente. Ello se encuentra paradójicamente ya en un autor idealista como Platón en La República, al afirmar que sólo deben ser curados aquellos que puedan ser recuperados para la actividad laboral. Tal actitud podría enlazar con la tesis de Spencer para quien el progreso consiste en evitar que los más débiles impidan el avance más rápido de los más fuertes, y vendría hoy a estar representada por la sociobiología de E. O. Wilson, o de Midgley, quienes niegan la diferencia cualitativa del ser humano frente al animal, considerando los valores éticos pretendidamente más elevados como algo derivado de la simple lucha por la supervivencia de los más aptos. La sociobiología otorga la primacía al fuerte frente al débil, al impedido, al que se consideraría indigno de vivir, y por tanto de recibir atención médica. Utilitarismo y biologismo al tiempo que imponen la ayuda selectiva, pueden imponer la exportación de riesgos a las poblaciones más vulnerables, produciendo así un neocolonialismo que utiliza cobayas humanas (Herranz, en VVAA, 1988).
La negación más radical y completa de la dignidad humana se encuentra, sin embargo, en el movimiento de la deep ecology, (Devall-Sessions, 1989). En él se reduce la especie humana a una especie viva más y se proclama la igualdad de derechos de todos los seres de la biosfera. Se da aquí, al mismo tiempo, un total empobrecimiento de la realidad del hombre visto tan solo como simple depredador, y un antropomorfismo, al atribuir cualidades humanas a minerales, vegetales y animales. Se propugna una radical reducción de la población humana para mantener los equilibrios ecológicos. Detrás de un pretendido amor a la naturaleza, se esconde un odio al ser humano.
En el ámbito médico, los defensores de la deep ecology no serían partidarios de ninguna intervención técnica, salvo la fecundación in vitro, propuesta por algunas ecofeministas radicales para asegurar la supervivencia de la especie sin relacionarse con los varones.
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